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martes, diciembre 22, 2009

Ana y sus suspiros… (Síndrome de Estocolmo)




Parece una paradoja de amor, como es que una puede seguir sintiendo tanto deseo de estar junto a alguien que la maltrata. No, realmente no la maltrata, ella deja que él se lleve todas sus fuerzas, sus deseos, su hermosura, ella es la que permite que esos sentimientos sigan aferrados a alguien que con las pocas atenciones, le a dado a entender que no la ama.
Tal vez esto se explica con la razón de querer estar acompañadas, o querer cumplir con los deseos de aquellos corazones con tanta necesidad de amar.

Ana ha vuelto a comunicarse con aquel que siempre está en sus sueños.
Esta vez fue él…
Ella estaba confundida, no sabía como reaccionar a tal suceso, cedió por responder, pero pensó que sería otra de sus tonterías de; quiero pero no... Pobre.
Así que la segunda llamada no se hizo esperar, ella lo pensó menos esta vez
Entonces vino la tercera;
- Hola
- Hola, ¿te desperté?
- Oh! No. Está bien, no hay problema, dime…
- Pues, espero que no te moleste que llame, es sólo que quería saber de ti… si estás bien.
- Jajaja, pues tratando de dormir
- Lo siento, en serio no quería molestar

Ella sólo se preguntaba si era una más de sus preguntas seguidas por un enorme silencio y luego, sí, luego una enorme metáfora en el espacio… un no saber que siente.
- No hay problema
- Extraño verte
- Jajaja, ¿en serio? Es una declaración
- No exageres

Cruel, esa es la palabra que Ana tiene en la mente, la sensación de olvido había desaparecido.
Estaba envuelta en la nube de sueños que tanto le acercaban a él.
Patético, pero cierto.

- Bueno, espero que me contestes más seguido.
- Tal vez
- Te dejo dormir,
- A dios

Y entonces todo vuelve a la normalidad, queda otra vez el vacío, el pensamiento incompleto de su historia de amor.
Ya no sabe si es la soñadora perfecta o la protagonista.
Él solo tendrá una sonrisa, seguido del olvido más posesivo de todos. En unos minutos olvidará su voz.
Aquellos suspiros están en el aire.

Esta mujer tiene mucho que entregar, la conozco.
Pero es que ella es la que quiere volver, la entiendo pues muy dentro de mí se esconde una Ana.
Pero no, esta Ana ya entenderá lo que es superar la alarmante desilusión, pero es que la verdad está ahí.
Una decide cuando dejar de sentir, se vuelve tan fría, tan cruel, hasta termina siendo una feminista perfecta.
Deja el corazón de lado e ingresa a un mundo fuerte, donde frente a todos nada te vence, y dentro de ti misma va creciendo la energía y el poder de decidir tus sentimientos.

Querida Ana, todo pasa. Aquel tonto sólo pretende recordarte que él es dueño de tus sueños, quiere saber si aún te posee, así divertirse con sus aires de buen mozo.
Pero permítele sorprenderse, hasta que llegue el momento en que se enfrente a la fría verdad, la de sentirse solo, sin lana ni oveja.
Entonces tus suspiros, aquellos que hoy flotan en el aire cruel de aquel desprecio reclamaran a su dueño.
Pero tu estarás preparada para decidir a quien quieres que te tenga en mente.
Entonces, el Estocolmo sólo es una sensación pasajera de alguien que por ahora no esta preparada para vivir disfrutando de la soltería.

Mientras más conozco a los hombres, más sonrió al ver a algunos transformados en una Ana, metafóricamente.
Pero mientras más los conozco, más amo mi soltería.
A dios Ana, tal vez ya no vuelva a hablar de ti, o simplemente te esconda hasta saber si cambiaste de opinión.
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miércoles, diciembre 09, 2009

POBRES HOMBRES (Ana y sus suspiros)



Aconteció aquella noche, lo contempló otra vez, al sólo verlo notó que el amor aún existía, pero también notó su indiferencia.
Trató de ser paciente, claro que lo intentó – Aún no entendía como no podía notar su gran interés. Pero aquel hombre no tenía ojos para ella.
Intentaba mirarlo fijamente para que nada de lo que acontecía le demuestre lo contrario, que podía olvidarlo.
Pero claro, esa noche sirvió de sencilla cuenta, cuenta que aún no quiere dejar de sentir.
Ana quería saber si podía dejar pacientemente desaparecer aquella sensación hormigosa en el estómago – Vaaa, al final ya tendría que pasar.

A aquel no le interesaba su presencia, por lo menos eso pretendía demostrar, quería solo arrastrar su diversión a otro lado, pobre Ana, pero como se dice algún día sabrá de lo que se está perdiendo.
Pudo encontrar una compañía por fin, alguien que también se preguntaba que hacía esa noche, no puede negar que ambos se ayudan, pero no es esa la solución.

Ella sólo quiere soñar, quiere acercarse a él más de lo que puede. Descubre que cada día lo recuerda menos.
Se viene un nuevo encuentro.
Nota que no es lo mismo, siente por fin su desesperación por llamar su atención, aquel no lo hace nada mal.

Esa noche logró despertar nuevamente su atención, su mirada, voltear y suspirar. Pero no, no puede entender como es que las miradas pueden ser forzadas a no coincidir, no esperaba menos de él.

Pasó la noche observándolo, quería saber si aún existía algo que los unía.
Llegó por fin, el momento de enfrentarlo, después de quedarse solos al salir ambos a responder una llamada, no hubo palabra que mencionar, ambos hablaban con personas interesantes que parecía hacer olvidar lo que sentían, no exactamente lo en común que tenían. Realmente ella no quería hablar, era inevitable, tal ves, escapar – Empezó él, saludar sin remordimiento de cambiar lo aceptable.
Se propuso mantenerse en pie, pero no pudo resistir y le regaló una sonrisa;

- Hola
- Hola, ¿que tal?
- Pues acá, un toque, bien gracias… ¿que tal tú?
- Bien gracias, tratando de estar mejor.
- Ok, me alegro.
- Bueno, voy a entrar.
- Sí, yo también…….. Espera, ¿podemos hablar?
- Hablar de…
- ¿Podemos, señorita?
- Sí, claro

Pobre Ana, sólo quería sentir sus labios y perderse en sus ojos, no le importaba que ellos no le pertenezcan.
Por su mente pasaban los lindos sueños que tenía contemplándolo, quería llorar y reclamarle su falta de tacto al no saber que ella moría por él.
Era el amor de su vida, lo tenía junto a ella y a la vez sólo lo disfrutaba como un espejismo, ella sabía que nada de lo que él demuestra es para ella.
Quería gritarle lo que sentía.

Se limitaron a estar frente a frente y sólo preguntarse como es que estaban.
Ana no quería pensar nada, quería seguir manteniendo la idea de que sólo ella amaba, no quería ilusionarse.

- O sea que todo bien, sobretodo en lo sentimental
- Pues ahí voy
- Me alegro
- Gracias, lo sé, yo también estoy contenta con verte siempre acompañado
- ¡Oh! Claro que sí, yo siempre, las amigas nunca faltan
- Si pues, que bueno por ti, siempre te veo con alguien diferente
- Claro, todas son mis amigas, no me interesa ninguna, no encuentro a alguien que llene todas mis expectativas
- Entiendo, pues, sólo abre bien los ojos, puede ser que la estés dejando pasar, quien sabe y es una de tus amigas
- Tal ves, pero tu aún no aceptas ser mi amiga

Ana solo quería llorar, aquellos comentarios lastimaban más sus sentimientos, aquel hombre era cruel, como podía ser tan tonto y no darse cuenta de lo que estaba logrando, alejarla a cada momento.

- Pues tienes muchas, de que serviría
- Lo siento.
- Yo siento más créeme

Estaba diciendo en metáfora lo que sentía, pero claro él guardó esos comentarios, como siempre.

- Gracias por la conversación, me calmé… ¡Adiós!
- No, ¿hasta pronto?
- Claro


Sólo secó la lágrima que se escondía en aquellos bellos ojos, suspiró suavemente y se unió a la celebración, con aquella cara que sólo las que experimentan la desilusión saben proteger.

Aquella noche Ana salió más enamorada que nunca, recordaba las palabras y no quería descifrar nada.
Observó nuevamente sus ojos, disfrutó de su sonrisa, de las miradas que todos les daban escondiendo la frase: “Que tontos, los dos se gustan”
Pero no volvió a recordar su juramento de; Ya lo olvidarás…

Dicen que eso pasa con el tiempo, yo digo que eso se vence con la ganas de vivir y estar libre, Ana me contradice, ella quiere sentirse acompañada pues tiene a alguien en mente.
Yo sólo digo pobres hombres, esconden tras sus palabras enormes dolores, enormes sentimientos, grandes ganas de querer a alguien que demuestre tanto amor por ellos, pero no, su ego puede más que cualquier demostración.
Pobres hombres que no saben de lo que se pierden, pobres hombres que suspirar dentro de sus cuatro paredes, pobres hombres que mueren sin disfrutar de esos amores que con paciencia terminaron olvidándolos, pobres hombres aquellos que piensan que siempre tendrán un grupo de ellas listo para ellos, pobres aquellos sin inteligencia para decidir de algo pasajero o lo que les promete un gran amor.
Pobres hombres Ana, que no saben agradecer tus suspiros, ya llegará su arrepentimiento…
Pobres hombres Ana, sobretodo aquel que aquella noche te observaba a escondidas…

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Kelly Clarkson - Because Of You