
Quien no ha cruzado los dedos, y descifrado cada palabra mientras repite entre gruñidos lo que no siente.
Digamos la verdad – a veces preferimos que mencionen nuestra edad, tener una arruga más, que se nos baje el tacón en la primera cita… a mencionar estas dolorosas palabras: “tanto que le jodía, se cansó de mi… no me dejaba entender y por eso me dejó” y así demostrar que cuando una relación que pertenece a dos, nosotras somos las culpables que muchos años de tanto prodigarnos amor, se mosqueen en el basurero.
- Entonces esto es a favor de ellos… discúlpenme chicas, pero necesitamos ser francas de vez en cuando y declarar que somos unas manipuladoras, lloronasas, maquinamos las mejores mentiras – o sea, las brujas del cuento de amor – punto aparte.
Aunque a todos se nos hace tan difícil poder aceptar nuestros errores… hay algo que nosotras sabemos hacer muy bien y tendemos a ocultar celosamente – echar la pelota al otro integrante de la relación – si algo va mal, es culpa del susodicho; si algo no funciona como lo planeado, también es culpa de ese pobre susodicho. Es tanto los ensayos de culpar al otro que nos volvimos muy buenas en actuar como víctimas y sin titubear con la manito en la frente gritamos a los cuatro vientos: “yo no fui”.
Entonces, mis estimadas, seamos francas en afirmar que nunca nos hemos ni hemos escuchado decir a nuestras cercanas: “tantos celos de que me sirvió, me dejó por celosa, por fastidiar tanto con mis mensajes, tanto jugar a que me deje de amar… me dejó de amar”, que obviamente en palabras simples significa: “el problema fui yo”.
Ok, para que no se me piquen, ellos no se quedan atrás – nunca los escucharemos decir: “soy tan egoísta, no supe amarla y mucho menos le di la atención que se merecía… por eso me dejó”. Pero es más fácil culpar al otro, que admitir nuestras culpas.
Lo admito, muchas veces estuve en esa situación – no excuso mi actuar en; “todos cometemos errores, el errar es humano, nunca se va a enterar, fue una mentirita piadosa” – pero él sí, el hizo… y demás escusas y bla blas sin sentido.
Pero, ¿qué mujer no se ha aprovechado de lo templadazooo que puede estar el susodicho para obligarlo a hacer lo que a una le da la gana? Creo que, muchas. Y como sabemos que el susodicho no quiere perder su abriguito empezamos a maquinar cada acción, hasta pasamos lista las cosas que haremos y empezamos con el “¿puedes acompañarme en las compras?” (Aunque estas demoren unas horas y otras extras solo para que en algún momento proteste y empieces a ser la víctima del show), “Quedé con unas amigas para salir este fin de semana, ¿No te molesta que vaya sola y que no te haya mencionado como invitado, verdad gordito?”(Si claro, amigas, tú y unos cuantos paracaidistas buenazos), “Robertito me invitó a salir, pero tú sabes que es mi mejor amigo y que no pasa nada” (cuando tú sabes que este Robertito te tiene un hambreeee, además, luego que no te sorprenda que este termine siendo el siguiente novio, después que te pidió tiempo).

Tiene tantas trampas, mientras espera que su gordito al fin afloje la billetera y le pida matrimonio y así dejar de pretender ser mujer maravilla.
Entonces hablemos de – la madre – o las que pretenden ser madres… no no, mejor dicho las que dejamos que vean en nosotras una madre. Es gracioso pero nos ponemos en plan de protectoras, cuidadoras y amantes de la cocina por complacer y ganar a su tierna progenitora. De allí viene el que nos comparen y que nuestros postrecitos no sean exactamente como los de ella – y eso, esmerándonos – con quemadura, mandilito y más. Es claro, antes de acercarlos y hacer que nos vean como alguien indispensable, estos planes malvados que manejamos bien no siempre acarrea buenos resultados. Primero, porque ellos ya tienen una madre y segundo si tienen que escoger entre la primera y nosotras… ¨seguramente saldremos como el chavo del ocho cada vez que se quiere ir de la vecindad¨.
Indiscutiblemente, seguimos avanzando, logrando alimentarnos más de estrategias para no dejar lo que nos interesa u obsesiona. Creyendo que nosotras si podemos ser su “media naranja”, “el amor de su vida”, “su reina” - pero no, no nos engañemos pues no somos ni un chancay de a veinte a lado de eso – para tener ese título necesitamos dos ingredientes… y en este caso, sólo somos nosotras las que soñamos con eso.
Entonces, es algo simple – no desgastemos nuestra energía pensando en que más hacer para dar a entender que somos fuertes o tiernas, amantes, hogareñas, manipuladoras – si alguien te quiere, pues te quiere como seas, con esos altibajos notorios y poco conocidos, con aquellas cosas que te hacen especial, con pequeños detalles que sólo conocerá él.
Además, no necesitamos maltratar a estos pobres hombres, no seamos tan arpías, que si de ego maltratado se trata – ellos ya aprendieron mucho – así como parecen, engañan más, pero si de cuernos hablamos, estos sí que tienen una cosecha entera, gracias a nosotras… que engañamos mejor.
Cuando una mujer aprendió a ser arpía... siempre será arpía - O, ¿cambiaremos ? - diganme ustedes...